"Adoptá un imusita"

"Adoptá un imusita"

lunes, 28 de mayo de 2012

Gerardo, hoy recuperado, esperando una familia.
para informes: 155-781449 de 7 a 13 y 4807849 de 11 a 13





Gerardo

Una importante marca de tarjeta de crédito dice en su slogan,” hay cosas que el dinero no puede comprar”….ver a un animal recuperar las ganas de vivir, luego de llegar a nuestro predio, traumatizado y herido, es una de esas cosas.
La sarna ya había consumido todo su pelaje, y ahora se encargaba de acabar con su piel.
Rascarse era su único objetivo, aun sabiendo que no lograría parar esa agónica picazón, debilitado por la falta de comida y por la terrible enfermedad, no se da cuenta cuando alguien lo rescata de la vereda.
Apenas puede abrir sus ojos, ya que la luz del sol parece querer devorarlos. Pero una pequeña esperanza se atreve a contener. Quizás esta persona se apiade de mí y me ayude - Piensa. Y se duerme en brazos de este salvador.
A los pocos minutos siente que lo apoyan en un lugar oscuro y da gracias por darle un poco de tregua a su cansada vista pero el fuerte olor nauseabundo hace que se pregunte donde esta.
Con su olfato hace una rápida inspección y apenas le hace falta mirar para comprender donde lo habían dejado. Un lugar que ya era conocido por el. Un lugar que había logrado escapar por los pelos hace unos pocos meses, cuando aun tenia suficiente fuerza para pelear por su vida. Pero ahora no. Ahora sabe que todo esta perdido y solo le queda esperar que llegue la muerte. Solo aspira a que sea rápida.
Y allí queda, dentro de un volquete, abandonado, enfermo, hambriento y sin esperanzas de que alguien pueda ayudarlo. Se queda solo y abatido. Y espera. Espera su hora.
No sabe cuanto tiempo paso. Si minutos u horas. Alguien lo estaba alzando nuevamente. ¿Por qué no dejan que muera de una vez? – se dice desolado. Y como tratando de librarse de este nuevo individuo (ya no se atreve a llamarlo salvador), sacude su cansado cuerpo y muerde la mano que lo sostiene. Pero esta persona es mas testaruda que el, y no se amedrenta con esas demostraciones de miedo o enojo. Esta persona esta muy acostumbrada a esos procederes de animales asustados. Esta persona ya a hecho esto muchas veces antes. Está en su naturaleza y no puede evitar ayudar a un ser desprotegido.
Dándose por vencido ya que no podía dar mucha mas batalla, vuelve a dormirse en brazos de este cabeza dura.
Su nariz despierta antes que él. Siempre le pareció que su nariz le manejaba el cerebro. Pero ahora el aroma que siente, es muy distinto al de antes. Ahora es algo que hacia demasiado tiempo no percibía. ¿Carne? No. Debo estar soñando. A lo mejor ya estoy muerto y esto es el cielo de los perros – concluye.
Una voz suave lo vuelve a la realidad. Es este personaje que me saco de esa tumba.- advierte.
- Quizás me quiere ayudar realmente. No, no creo. Seria muy buena suerte la mía.
Se queda inmóvil junto a una pared. Todavía no se atreve a tocar la comida que le dejaron junto a él. Y no porque no tenga hambre. Es que aun no puede decidir si hacerle caso a su estomago o su tantas veces traicionado corazón. Mete su nariz entre las patas y vuelve a quedarse dormido.
Por la mañana, nota que ahora le habían dejado un pote con algo liquido de color blanco junto a su cucha. Movido por la curiosidad, se levanta, con muchísimo esfuerzo, y huele el extraño brebaje. Mas confiado saca solo la punta de la lengua y lentamente empieza a probar lo que le parece un manjar.
Parece que su cuerpo, más que su cabeza, quiere dar batalla y desea vivir, porque toma toda la leche y queda mirando hacia la otra habitación viendo si le traen algo más de comer.
El hombre vio que su rescatado había despertado y desde lejos observo como se bebía del pote toda la leche. Y espero un poco más para llevarle algo solido porque no quería asustarlo.
Se acerca lentamente con un trozo de carne que a él le había sobrado de la noche anterior y se agacha junto a su nueva adquisición. Extiende su mano con la comida y espera. Bueno, no espera mucho, ya que el desamparado voló sobre el bocado. Larga una fuerte carcajada y le dice a la mascota, - vas a ver que te pondrás bien- y dulcemente acaricia su cabeza maltrecha.
Al día siguiente, los dos se dirigen en busca de asistencia médica, ya que su curación no iba a ser ni rápida ni barata.
En este lugar, el cual el ya conoce muy bien, sabe que contara con la ayuda necesaria para su recuperación, tanto física como espiritual, y anhela en que vuelva a tener deseos de vivir.
Cuando llega, le explica al encargado del lugar los pormenores del caso y antes de irse, le dice – Ah, se llama Gerardo.
Y ahora Gerardo empezaría su nueva vida. Primero la medicación, luego los baños para combatir la sarna, cosa que no le gusto en un primer momento. Y luego sociabilizar con sus nuevos compañeros perrunos y humanos. Fue difícil, pero a medida que recobraba sus fuerzas, lo hacia su confianza.
Y luego de un mes de convivir en este nuevo predio, Gerardo no solo se convirtió en un animal hermoso, sino lleno de vida y amor, dispuesto a entregar nuevamente su corazón.


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